Estuvimos, como te dije, haciendo el necio iluso en el coto social de Carrizo, aunque la grata compañía de Rafael y Jose Luís consoló la ausencia de revolcones y las serias dificultades de trabajarse bien una tabla entera por culpa del típico bardal de paleros y maleza carrizal de los ríos ajusticiados por escolleras o montoneras.

Pero cuando la cosa no está, no está... y si a la hora de la postura no se ponen, pues es bobada maldecir. El pescador escarmentado sabe que eso pide siempre pausa o paciencia y hay que irse a pescar a otro sitio, lo que quiere decir taco, bocata y fuga junto al coche... trago o cigarro a la sombra... o pescar café y partida de mus en el bar del lugar. Espléndida decisión en cualquier caso. Que esperen las truchas, que se jodan. Reírse con los amigos es lo primero.

Pues entonces, a casa de Noelia, indicó Rafael, que fue su profesor en la facultad. Noelia regenta en Villanueva un merendero ya de fama con terraza en prado de frutales y una piscifactoría donde los guajes y mayores se alborozan sacando truchas al caldero. Allí se ven desde alevines y pintonas terciadas a zopencos de cuatro kilos, majestuosos pepinos.

Las de piscifactoría son truchas arcoiris. Las de río son fario, bien distintas. Pero la sorpresa llegó cuando nos enseñaron, apartada con otras truchas menudas, un ejemplar de río cuya envergadura era descomunal. Jamás había visto una de este tamaño. Nos explicó el padre de Noelia que la había pescado allí, en el Órbigo, hace unos años, la echaron en una de las balsas... y hasta hoy... engorda, luce feliz y no tiene que darse mucho tute para ganarse el regular papeo; se le nota en el lomo de yegua que tiene la tía. Total, no pesa menos de ocho o nueve kilos, quizá más. Es de ver y, después, es de tomarse una caña a la sombra de un peral comentando la maravilla. Y si viene a continuación un mus como el dios del burle manda, pues tarde redonda. A ello. Hubo reto. Jugamos tíos contra tías. Peligroso. Ellas tienen las de ganar; y no sólo por el teatro o disimulo que exige el mus. Pero palmaron. Ja, cuánto lo siento. Sin embargo, caballeramente reconocieron la derrota con mano tendida ganando así unos amigos, un volver y el honor de una revancha.